La tragedia presupone culpa, necesidad y responsabilidad. En la chapucería de nuestro tiempo, en este basurero de raza blanca ya no hay culpables ni responsables. Nadie puede evitarlo y nadie lo ha querido. Realmente funciona sin ninguno. Todo es arrastrado y se queda colgando de algún clavo. Somos culpables demasiado colectivamente, estamos aposentados demasiado colectivamente en los pecados de nuestros padres. Ya solo somos hijos de los hijos. Ésta es nuestra desdicha, no nuestra culpa: la culpa ya solo existe como producto individual, como acto religioso. A nosotros ya sólo nos corresponde la comedia.